miércoles, 18 de mayo de 2011

El sueño polifásico

Allá por el año 2007 leía en el magazine Men´s Health un breve reportaje sobre el, por aquel entonces, desconocido mundo del sueño polifásico. Fue tal el impacto que ese artículo causó en mí que ese mismo verano estuve a punto de llevar a cabo el experimento que el autor había realizado.
El sueño polifásico es, a grandes rasgos, una alternativa al sueño monofásico convencional que ocupa entre seis y nueve horas de nuestro ciclo de 24. En el sueño convencional el sujeto duerme durante varias horas seguidas, en un único bloque diario. Durante estas horas se alterna la fase REM (Rapid Eye Movement ó Movimiento Ocular Rápido) con otras fases menos “útiles”. Los defensores del sueño polifásico argumentan que durmiendo varias veces a lo largo del día, en naps (siestas) de entre 20 y 30 minutos, se aprovecha la fase REM por completo y se desechan las otras fases improductivas. La fase REM es aquella en la que, en teoría, se producen los verdaderos beneficios del sueño: picos en la liberación de hormonas recuperadoras como la hormona de crecimiento, y sueño paradójico (sueños vívidos y “reales”).
No estoy ni mucho menos capacitado para realizar un análisis profundo de este tipo de argumentaciones, así que me limitaré a exponer lo que en ellas se indica:
El nivel más extremo de sueño polifásico (del que la siesta tradicional es el nivel más simple: una fase de seis o siete horas más un nap de 30-60 minutos) consiste en dormir entre 20 y 30 minutos cada cuatro horas. Durante esos minutos el sujeto entra casi al instante en fase REM, y se despierta como nuevo. Totalmente recuperado. Sin rastro de cansancio o fatiga...
Una vez que el proceso de adaptación al sueño polifásico se ha completado, uno se duerme casi al momento al llegar la hora, y se despierta sin problemas pasados esos minutos. Consecuencias: una ganancia de unas seis horas extras al día, y una mejora tanto física como emocional provocada por el aumento de la eficacia hormonal. El sueño monofásico requiere entre seis y ocho horas al día, mientras que el polifásico tan sólo utiliza entre una hora y media y dos horas y media cada 24 horas.
Pero todo ello cuenta con un inconveniente clarísimo: nuestra sociedad está organizada de modo que nos cueste disponer de 30 minutos cada cuatro horas para dormir. La mayoría de nosotros no puede desatender sus labores durante esos momentos de siesta...
Al final no me atreví a realizar el experimento aquel verano de 2007. A grandes rasgos lo que ocurre durante el proceso de adaptación es como una especie de inmenso jet lag. Insomnio, cansancio, fases de sueño a deshora, saltarse fases, dormir de más, alucinaciones, torpeza...y al final una adaptación completa que te cambia la vida.
Yo no me atreví a probarlo, pero sí lo hizo el periodista Steve Pavlina. Y lo documenta día a día en www.stevepavlina.com. Quien esté interesado habrá de utilizar el inglés para entenderlo, pero vale la pena. Y el que no se lo crea...¡que lo intente!

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